“La arquitectura ejerce una profunda fascinación en los individuos más egoistas, que se desviven por usarla para glorificarse” esta es la conclusión a la llegaba el arquitecto de origen yugoslavo Deyan Sudjic en su libro “La arquitectura del poder” Contaba Peter Eisenman con cierta sorpresa, cómo durante la presentación de un proyecto ante el alcalde de Nueva York éste le dijo: “ Pero conseguirá el efecto Balboa, ¿no?”. El alcalde se refería a lo que se conoció como el efecto Guggenheim, a la repercusión mediática, social y económica que la construcción del museo bilbaíno desencadenó. Por encima de cualquier consideración estética, proyectual o funcional, la arquitectura se convierte en un instrumento al servicio de lobbies políticos, económicos, culturales o sociales, por un lado arma propagandística y por otro representación construida y eterna del poder. Construcciones o edificaciones al servicio de la representación de los emperadores romanos con sus monumentales arcos del triunfo, pasando por la iglesia con sus impresionantes catedrales, hasta los delirios de grandeza de Hitler con su nueva “Germania” materializada en los planos y maquetas de Albert Speer. Esta incuestionable relación entre arquitectura y poder, fue en el pasado, una condición asumida con total naturalidad por obispos, magnates o políticos, que se quebró cuando los arquitectos del movimiento moderno adoptaron una postura más progresista y social, introduciendo una variable moral en el ejercicio profesional de los arquitectos. Una vez asumida la repercusión social de la arquitectura era obligación del arquitecto no solo construirla sino asegurarse de la correcta moralidad de sus objetivos. La arquitectura vista como un arma capaz de cambiar el mundo. Manteniendo esta línea de continuidad con el movimiento moderno, apareció Rem Koolhaas (Rotterdam, 1944), lanzando sobre la mesa su “Delirious New York” donde la alta densidad de la metrópolis se planteaba, no como una oportunidad de construir una mega urbe, sino como una opción de avanzar hacia un modelo de planeta ecológico y sostenible. Koolhaas se ha definido así mismo como “un tipo con conciencia política y social”, como un arquitecto cuyo objetivo vital es “mejorar la calidad de vida”. En el año 2002 la Oficina para la Arquitectura Metropolitana (OMA) de Rem Koolhaas, ganaba el concurso para la construcción de la Central China de Televisión (CCTV), en Pekín. Un complejo formado por tres edificios y un parque que debía estar operativo para el inicio de los juegos olímpicos de Beijing que se inauguraron el pasado día 8 de agosto. Tras la presentación del proyecto de ejecución en el año 2004 comenzó la construcción de uno de los proyectos más innovadores del momento. Con sus 550.000 metros cuadrados se salta todas las convenciones existentes sobre lo que un rascacielos debería ser, sirviéndose de una figura geométrica imposible para desafiar los límites de la ingeniería y la arquitectura. El edificio se suma así a los magníficos edificios que se han levantado con la disculpa perfecta de los juegos olímpicos. El estadio nacional olímpico de Pekín, obra de los arquitectos suizos Herzog y de Meuron, con...
Read MoreUnos ojos gigantescos observan desde lo alto de una favela de Río de Janeiro. Morro da Providência es uno de esos lugares cuyo nombre asusta a los cariocas. El 14 de junio, los militares que habían ocupado con carros blindados esta violenta favela de la zona portuaria detuvieron a tres adolescentes y los entregaron miserablemente a narcotraficantes de otra favela como supuestos miembros de una facción rival. Resultado: tres cadáveres más.Ahora, en las fachadas y calles de Providência han aparecido pancartas gigantes con fotografías de ojos con las más variadas expresiones. Nadie sabe de dónde han salido. La ciudad se pregunta quién está detrás de esta inusual intervención artística. Bien: el responsable se llama JR. «Acabo de dejar un momento la brocha y el balde de pegamento», explica. El francés ha interrumpido su agotador trabajo para hablar con EL PAÍS. «En televisión han puesto imágenes filmadas desde un helicóptero y han dado un número de teléfono para que la gente llame si sabe qué está pasando. Algunos periodistas han intentado acercarse, pero ninguno ha podido ver cómo trabajamos».JR contactó con los líderes de la comunidad ayudado por el fotógrafo Mauricio Hora. «Cuando el proyecto comenzó a tomar forma, hablamos con los traficantes para explicarles que necesitábamos filmar, ya que lo documentamos todo. La regla es no tomar imágenes suyas o de los puntos de venta de droga. Somos muy prudentes. Nos cruzamos a menudo y suelen esperar a que hayamos terminado para sacar las armas», cuenta. «Ya nos hemos encontrado en medio de tiroteos entre la policía y ellos». «Lo de JR es una forma de guardar mi anonimato, porque en muchos lugares lo que hago no está permitido. Y también una manera de que la atención se centre en mi trabajo y no en mí», dice el francés, que se esconde tras unas gafas de sol y un sombrerito. Cuando estuvo en julio en Cartagena, para la edición de La Mar de Músicas dedicada a Francia, burló la vigilancia de la refinería de Escombreras, una zona de alta seguridad. Entró por la puerta principal con una furgoneta y pegó el retrato de un anciano en uno de los enormes tanques de combustible.Tiene 25 años y, aunque acostumbrado a trabajar al margen de la ley, una de sus fotografías de formato descomunal se despliega hasta finales de mes en la fachada de la Tate Modern de Londres con todas las bendiciones oficiales. José Luis Cegarra, comisario del proyecto de Cartagena, lo presentó con estas palabras: «Antes lo perseguía la policía y ahora lo siguen los museos». Su obra se ha presentado ya en la Bienal de Venecia, el Artforum de Berlín o Les Rencontres de la Photographie de Arlés.Una de sus acciones más espectaculares -en su web (jr-art.net) se refiere a ella como la mayor exposición ilegal de fotografías de la historia- la realizó en marzo de 2007 en el muro construido por Israel. Le habían amenazado con un posible secuestro de Hamás o con que la policía palestina...
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