En 1954,los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Oíza y José Luis Romaní y el escultor Jorge Oteiza proyectaron, una singular intervención arquitectónica y escultórica fundida en el paisaje. La propuesta, denominada “Una capilla en el Camino de Santiago”, recibió el Premio Nacional de Arquitectura de aquel año, aún cuando no llegó a edificarse.
Varios factores han marcado la significación de este proyecto, formado por una estructura laberíntica jalonada por frisos escultóricos de Oteiza y sobre la que se suspende una gran malla metálica, y que los autores ubicaron en los campos de Castilla. En primer lugar, la forma que los autores aplicaron a su idea de crear un gran condensador de energía en el paisaje, un nuevo templo tecnológico. Por otro lado, el hecho de que la propuesta haya estado siempre considerada como la influencia más clara de Mies Van der Rohe en la arquitectura española. Por su parte, que su materialización coincidiera con la construcción de la nueva Basílica de Arantzazu, lo que provocó que, casi al mismo tiempo, Oíza y Oteiza se encontraran trabajando en una iglesia basilical clásica, y en una capilla abstracta moderna. Y por último, resulta muy significativo que Sáenz de Oíza aseverara siempre que su mejor obra era, precisamente, este proyecto no edificado.