Como ha ocurrido todos los años desde el 2000, el 1 de junio se abrió al público el pabellón de verano de la Serpentine Gallery de Londres. El Pabellón de 2012 ha sido realizado por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron en colaboración con el artista chino Ai Weiwei. El equipo que fue responsable del edificio más emblemático de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, el nido, el Estadio Olímpico, se reúne de nuevo en Londres en 2012 para resolver el reto de la Serpentine, una cita marcada ya en el calendario arquitectónico y que pretende revivir en el Londres 2012, una especie de olimpiada cultural. La idea de construir un pabellón de verano en los jardines de Kensington que rodean la Serpentine Gallery partió en el año 2000 de la directora de la entidad Julia Peyton-Jones y con el paso del tiempo se ha convertido en un evento internacional para la experimentación arquitectónica y ha presentado propuestas de algunos de los mejores arquitectos del mundo. Cada pabellón se construye en el jardín de la galería durante tres meses y son los puntos de partida como la inmediatez, lo efímero, así como el tiempo dedicado para proyectarlo con un máximo de seis meses entre la invitación y la inauguración del pabellón, lo que proporciona un modelo único en el mundo. El pabellón, al ser una estructura temporal, sin programa, abierta y de forma libre, da libertad a los diseñadores para maximizar la innovación, para construir un manifiesto, una obra que pueda reflejar el pensamiento crítico del autor, su postura ante el momento actual y el futuro de la arquitectura, el paisaje o la naturaleza.
Es precisamente esta postura de manifiesto la que otorga más valor a este evento y aunque parezca contradictorio, no todos los pabellones levantados estos 12 años han conseguido acertar con ese mensaje. Toyo Ito en el 2002, o SANAA en el 2009 consiguieron construir pabellones que propusieron un discurso, una postura, más que una edificación. De igual modo Peter Zumthor en la edición del año pasado logró trasladar a los jardines londinenses gran parte de su ideario, formalizando un claustro contemporáneo capaz de generar una atmósfera interior independiente de la ciudad que lo rodeaba. Pero la historia de estas arquitecturas efímeras también tiene sus pequeños fracasos como el de Oscar Niemeyer en el 2003 o el de MVRDV en el 2004. O tal vez la más llamativa, de Álvaro Siza y Eduardo Souto de Moura en 2005, cuya jaima tecnológica, más allá del interés propio del proyecto, distaba mucho de sus recorridos personales y resultaba inexplicable como un resumen concentrado de la propuesta de los dos maestros portugueses.
El pabellón de este año, que permanecerá abierto hasta el 14 octubre, refleja bien su condición de postura intelectual. De hecho el edificio podría ser calificado como feo, abrupto o si se quiere díscolo, pero no se puede por contra negar su condición de ideario, de propuesta ideológica.
El Pabellón de este año lleva a los visitantes por debajo del césped del jardín de la Serpentine, para explorar la historia oculta de sus pabellones anteriores. Once columnas que caracterizan a cada pabellón del pasado y una columna que representa la duodécima estructura, la actual, dan apoyo a un techo plataforma flotante que se encuentra a 1,4 metros por encima de los prados de Kensington. La cubierta recuerda a la que los arqueólogos colocan para proteger sus descubrimientos durante una expedición. Flota por encima de la hierba del parque, y permite que se estanque sobre ella una lámina de agua de 15 cms, llena de agua, se convierte en un espejo que refleja los cielos atmosféricos de Londres. Para eventos especiales, el agua puede ser drenada y así la cubierta se transforma en una pista de baile, en un escenario o simplemente en una plataforma suspendida por encima del parque.
El interior del pabellón está revestido de corcho, un material de construcción sostenible y barato, elegido para lanzar este mensaje y para representar la condición de tierra excavada del interior del pabellón.
Tal y como ha comentado Jacques Herzog: «A medida que excavamos en la tierra nos encontramos con una diversidad de realidades construidas, tales como cables de teléfono, conducciones de agua, eléctricas o cimentaciones anteriores. Al igual que un equipo de arqueólogos, se identifican estos fragmentos físicos como los restos de los once pabellones construidos entre 2000 y 2011. Su forma varía: circulares, largos y estrechos, puntales o grandes agujeros. Estos restos dan testimonio de la existencia de los pabellones antiguos y su mayor o menor intervención en el entorno natural del parque.»
Los viejos cimientos forman una maraña de líneas retorcidas, un paisaje distintivo a modo de ruinas arqueológicas pero en este caso ruinas de extrema modernidad. La realidad en tres dimensiones de este paisaje es impresionante y es un lugar perfecto para sentarse, pararse, acostarse o simplemente mirar. En otras palabras, es el ambiente ideal para seguir haciendo lo que los visitantes han venido haciendo en los Pabellones de la Serpentine Gallery en los últimos once años.
Este pabellón habla del lugar, del terreno, del suelo que pisamos y de cómo la arquitectura lo afecta, pero también habla de la belleza de aquellas cosas que nunca se pensaron para ser vistas como las cimentaciones. Las cimentaciones no tienen ornamento, son expresión directa de una necesidad y tal vez en esa austeridad de lo feo, de lo esencial, esté precisamente su belleza, al igual que en el pabellón de Herzog, de Meuron y Ai Weiwei.
VAUMM _ iñigo garcía odiaga _ publicado en ZAZPIKA 12.06.07