Ayer el diario El Pais publicaba un artículo de Paula Chouza ( más abajo) que recogía el fallecimiento de John Carl Warnecke el arquitecto que diseñó la tumba de John F. Kennedy.
Originalmente se esperaba que Kennedy sería enterrado cerca de Brookline, Massachusetts. Sin embargo, su viuda, Jacqueline Kennedy declaró simplemente que: «Pertenece a la gente», y el secretario de Defensa Robert McNamara preparó una parcela en la propiedad federal del Cementerio Nacional de Arlington. Tres parcelas fueron consideradas inicialmente: una cerca del mástil de la USS Marine, un círculo en Dewey, y el tercero en la ladera que da acceso a la Arlington House. El hermano del presidente, el procurador general Robert F. Kennedy, que se encuentra el «Marine» inadecuado y la ubicación de la «Dewey» inaccesible y sin embargo, creía que la pendiente debajo de Arlington House era ideal.
La parcela inicial era de 20 pies por 30 pies y estaba rodeado por una valla blanca. Durante el primer año más de 3.000 personas por hora visitó la tumba de Kennedy, y los fines de semana se estima que 50.000 personas visitaron el emplazamiento. Tres años después de la muerte de Kennedy, más de 16 millones de personas habían acudido a visitar la parcela Kennedy. Por esta razón una multitud exigió un lugar más adecuado, y John Warnecke y Asociados diseño la nueva tumba, que se finalizó el 20 de julio de 1967. El área de la tumba está pavimentada con piedras irregulares de granito traídas del Cabo Cod, que fueron extraídas hacia 1817 cerca del lugar de la casa natal del presidente y seleccionados por miembros de su familia. Tras la colocación de las piedras se plantaron en las grietas plantas de sedum para dar la apariencia de que las piedras se extiende de forma natural sobre el cesped de Arlington.
De todos sus diseños como arquitecto, John Carl Warnecke destaca por uno en especial: el proyecto de la tumba del presidente Kennedy, un encargo que además de ser notorio en lo profesional, resultó satisfactorio en la vertiente personal. Cuenta en sus memorias, todavía inéditas, que mientras preparaba el encargo, mantuvo una historia de amor con la viuda, Jacqueline Kennedy. Medio siglo después, John Warnecke fallecía el sábado 17 de abril, a los 91 años, debido a un cáncer de páncreas en su casa de Healdsburg, California. Tenía otras dos residencias en San Francisco y Manhattan.
Nacido en Oakland (California) en 1919, hijo de un reputado arquitecto de San Francisco (Carl I. Warnecke), su relación con los Kennedy comenzó en los años cuarenta, cuando el entonces futuro presidente pasó varios meses trabajando en Standford y Warnecke ocupaba un puesto en el equipo de fútbol de la institución. Apelados los Wow Boys (algo así como los chicos cautivadores) por su condición de imbatibles, ganaron la Rose Bowl en 1941. Fue precisamente una lesión en el terreno de juego lo que libró a Warnecke de realizar el servicio militar. En 1942 consiguió el título como arquitecto en la Universidad de Harvard.
A finales de los cincuenta se hizo conocido por su proyecto para el edificio de la Embajada de EE UU en Bangkok. Distinguido por la adaptación de sus diseños al entorno y la historia de los lugares en los que se emplazaban, Warnecke ganó el concurso para remodelar Lafayette Square. En 1963, John F. Kennedy le pidió que se integrase en el organismo que aprobaba todos los proyectos de los edificios federales en Washington y trabajó en los planos de la biblioteca presidencial.
Tras el asesinato del mandatario ideó el proyecto para su tumba en el Cementerio Nacional de Arlington, cuya construcción concluyó en marzo de 1967. «El diseño y la composición final deben ser simples. De esa simplicidad y dignidad, vendrá su belleza», escribió a Jacqueline Kennedy. De la relación amorosa entre ambos, dan cuenta otros dos libros: Her private years, de Edward Klein, y American’s Queen, de Sarah Bradford. Se sabe que más allá del affaire, continuaron siendo amigos hasta la muerte de ella.