El premio Pritzker, considerado como el premio Nobel de la arquitectura, creado en 1978 para destacar la obra de un arquitecto vivo, cuyo trabajo demuestre una combinación de talento, visión y compromiso, ha recaído este año 2009 en el arquitecto suizo Peter Zumthor, acaparando el reconocimiento unánime de críticos y profesionales.
En una reciente entrevista, concedida por Peter Zumthor tras conocerse la adjudicación del premio Pritzker, el arquitecto declaraba: “Yo trabajo y vivo, tal y como soy”. Una afirmación que en el caso del arquitecto suizo, se convierte en toda una declaración de principios. Peter Zumthor nacido en Basilea en 1943, estudió ebanistería, la profesión de su padre, antes de pasar a la arquitectura, que estudió en Suiza y Nueva York.
A finales de los años 80 se instaló con su familia en el pueblo de Haldenstein, un pequeñísimo municipio de 900 habitantes, perdido en la región suiza de los Grisones, entre prados, lagos y montañas. Allí instaló su estudio, en un edificio que él mismo levantó y en el que sigue desarrollando su actividad profesional, en una oficina que nunca ha superado los quince miembros.
Thomas J. Pritzker responsable de otorgar el galardón, destacó: «Todo en los edificios de Peter Zumthor tiene una presencia fuerte, atemporal. Tiene un talento único para combinar el pensamiento claro y riguroso con una dimensión verdaderamente poética, lo que da como resultado un trabajo que nunca deja de inspirar». Sus escasas obras de escala reducida, revelan una mezcla entre el rigor de un artesano suizo conectado con la tradición y la austeridad de la arquitectura moderna y vernacular. Esa mezcla de extremo rigor y minimalismo zen, produce una arquitectura en la que los materiales, la luz y el lugar se convierten en elementos dispuestos para configurar atmósferas, vacíos y experiencias visuales y táctiles que configuran más que edificios, lugares.
Tal vez sea esta condición la que dota a la arquitectura de Zumthor de autenticidad, una palabra ligada más, al valor verdadero del oficio del arquitecto, que a las modas cambiantes propias de la disciplina arquitectónica. En cualquier caso, cada uno de sus proyectos tiene una altísima y medida carga formal avalada por el rigor. Cuidados al milímetro, pensados a partir del material y proyectados condensando toda la sabiduría decantada por la práctica profesional, sus edificios destilan espectacularidad. Pero una espectacularidad muy alejada de la de su íntimo amigo el francés Jean Nouvel, premio Pritzker 2008, un arquitecto brillante, pero mucho más preocupado por la imagen y la proyección mediática de la obra que por ser el guardián de las esencias arquitectónicas.
Colocar el material como una de las claves arquitectónicas, máxime en una década arrollada por la era virtual, puede considerarse una postura obsoleta. Pero Zumthor demuestra con sus obras y escritos que analizar la tradición y tratar de mejorar esa herencia, es un camino seguro para diseñar grandes edificios.
Desde su primera obra, ya muy alejada en el tiempo, la capilla de San Benedicto construida en un pueblecito vecino al suyo, después de que un alud de nieve se llevase la antigua edificación, la fama de la oficina de Peter Zumthor ha ido creciendo, y el mundillo arquitectónico ha recibido cada nueva obra del arquitecto suizo con sorpresa y devoción al mismo tiempo.
El edificio de las termas de Vals, finalizado en 1996, consolidó su carrera. El preciso exterior de los baños, cuyo riguroso detalle constructivo aún impresiona, en el que la piedra está cortada como los ladrillos de las termas romanas, y un interior casi sagrado en el que los espacios están dominados por la luz cenital, son el claro reflejo de la obra de Zumthor, en la que se aúna modernidad y tradición. Otro edificio imprescindible en la obra de este arquitecto, es el Museo de Arte de la ciudad de Bregenz en Austria. Dos edificios prismáticos articulan una pequeña plaza, en la que destaca el volumen limpio y rotundo de las salas expositivas. Un prisma de hormigón envuelto en un muro cortina artesanal, en el que cada pieza ha sido diseñada para apoyar la traslucidez y la fragmentación de la fachada, que dotan de aescalaridad monumental a un edificio que se enfrenta al lago de la ciudad.
En sus últimas obras, como en las primeras la piedra, la madera o el hormigón establecen relaciones visuales y táctiles con los espacios. Así en la ciudad de Colonia el Museo Kolumba, refleja a través del ladrillo toda la densidad histórica de las ruinas góticas sobre las que se levanta. En el año 2007, levantó una obra que a pesar de sus mínimas dimensiones, y la escasez de los medios con los que ha sido construida, recoge a la perfección todo el ideario de este arquitecto. Levantó un apilamiento con más de cien troncos gigantes, sobre los que vertieron tongadas de hormigón. Cuando fraguó, quemó los troncos. La capilla del hermano Klaus, presente en el paisaje alemán como una escultura monolítica, expresa en su interior una sacralidad inesperada, íntimamente unida a los troncos que conformaron su interior.
Su escasísima obra, descansa en una actitud que controla hasta el agotamiento todos los detalles, desde los más importantes como la relación con el lugar y el paisaje, hasta los más ínfimos, con la precisión, rigor y maestría que el arquitecto suizo lleva dentro. Alejándonos con esta actitud de las tendencias defendidas por los últimos premios Pritzker como Jean Nouvel, Thom Mayne o Zaha Hadid y haciendo apología de una arquitectura, centrada en exclusiva, en una práctica profesional manual apoyada por un oficio lento. Los premios Pritzker, han valorado con este galardón, el trabajo de Peter Zumthor, un arquitecto artesano, cuyo trabajo se centra en la eliminación de lo superfluo, generando una arquitectura de materiales puros y espacios continuos que a través de su imposible sencillez, se torna absolutamente espectacular.
VAUMM_iñigo garcía odiaga_ publicado en MUGALARI 09.05.08