La Corporación Markel encargó al arquitecto Haigh Jamgochian, un arquitecto local, el diseño de su sede de Richmond en 1962. La forma circular de su planta se corresponde con la volumetría de un cono invertido, en el que la planta inferior del edificio es la menor y la última la de mayor diámetro.
La entrada al mercado de nuevos materiales a supuesto siempre ejercicios para poder adecuarlos a las técnicas constructivas de la época, pero por contra también ha facilitado la búsqueda, si se quiere experimental, de nuevas posibilidades expresivas, que conecten las nuevas tecnologías con el tiempo en el que se producen. Richmond era la sede de Reynolds Metals, la gran empresa del «papel de aluminio» por lo que el aluminio era una elección natural, el antiguo edificio de la sede de Reynolds, diseñado por Gordon Bunshaft, es ahora la sede mundial de Philip Morris, y su construcción también estaba compuesta casi enteramente por aluminio.
Finalmente, para cerrar los planos curvos y opacos de la característica fachada del edificio Markel, en la que se apilan cintas macizas y transparentes, Jamgochian se decidió por el uso del aluminio laminado. Según el mismo ha puntualizado en alguna entrevista, tomo la idea del envoltorio arrugado de un alimento, ya que pensaba que la característica intrínseca del aluminio en su condición de lámina era la de arrugarse y adaptarse a cualquier superficie manteniendo la estanqueidad.
Cada piso consta de una pieza única de 170 metros de aluminio, laminada en una única tira sin juntas. En su época fueron las piezas más largas ininterrumpidas fabricadas de aluminio, para ser utilizadas como material de revestimiento. Una vez colocada la pieza en la corona circular del tercer piso, Jamgochian se subió personal al andamio y desde allí golpeó con un martillo la lámina durante cuatro horas. Las arrugas en el revestimiento de la tercera planta sirvieron de ejemplo a los contratistas para terminar el trabajo en las otras dos plantas inferiores. El edificio es un buen ejemplo único de la búsqueda de la expresividad a través de la aplicación sincera de los nuevos materiales, de las nuevas tecnologías de las que la arquitectura dispone en una época.