FÁBRICA FIAT LINGOTTO. Autor: Giacomo Matté-Trucco, ingeniero y director de producción de Fiat
Ligado al crecimiento acelerado de la ciudad contemporánea, que ha dado origen a las metrópolis actuales, la arquitectura ha estudiado de manera profusa los modelos del habitar. La vivienda ha supuesto, durante la última década, no sólo el terreno de juego de un negocio sin límites que ahora se cuestiona, sino desde un punto de vista más intelectual, el centro de la mayoría de la aportación teórica arquitectónica.
El uso residencial ha sido analizado desde todas las ópticas posibles, ha sido revisado desde la planificación territorial hasta la relación entre los diferentes espacios de la vivienda contemporánea, su posible flexibilidad y diferentes configuraciones, pasando por la reformulación de la tipología del bloque residencial, mutando los espacios colectivos en privados y viceversa.
Temas como el modelo de la ciudad americana, con su característica dispersión en baja densidad; las topologías residenciales que aumenten la relación vecinal o las nuevas formas del habitar ligadas a los nuevos modelos de “familia”, han sido estudiadas y desarrolladas hasta el extremo; e incluso han sido ensayadas no pocas veces en proyectos que hoy sirven de medidores de la adaptación social de estas propuestas.
Este esfuerzo teórico y comunicativo, ha hecho que hoy en día nadie cuestione que planteamientos como la baja densidad, la dispersión de la ciudad o las tipologías decimonónicas, corresponden a esquemas obsoletos muy alejados de lo que las necesidades de la ciudad del futuro demandan.
Desde este punto de vista, parece incuestionable que el modelo de ocupación del suelo derivado de esquemas residenciales de baja densidad, es del todo insostenible, más si cabe teniendo en cuenta el ritmo de crecimiento y desarrollo que nuestra sociedad impone. Así el suelo, en especial el dedicado a la construcción, es un bien escaso y por lo tanto de alto valor, sobre todo si tenemos en cuenta situaciones como la de Euskadi, donde el suelo destinado a edificación se ha duplicado en la última década. Este proceso ha concluido en la necesidad de la densificación de la urbe contemporánea y ha pasado a ser más que un planteamiento teórico, un modelo a seguir.
Este debate, tan asumido en el ámbito de la planificación residencial, ha sido totalmente abandonado en otro tipo de usos, como el terciario, el industrial o el comercial, tan depredadores de suelo como el anterior. El crecimiento urbano en términos de producción, va indiscutiblemente ligado al desarrollo económico y empresarial, lo que en nuestro entorno más próximo, la comunidad autónoma y especialmente en Gipuzkoa, ha generado en los últimos años una gran demanda de suelo destinado a estos usos.
La forma de ocupación del suelo actualmente en vigor para este tipo de usos, por lo general, con piezas de grandes dimensiones en planta y escasa altura, modelo que podríamos calificar de “baja densidad industrial”, puede entenderse como doblemente nocivo; por un lado consume grandes cantidades de suelo para la obtención de poco rendimiento (baja densidad) y por el otro, la idea de “polígono industrial” se presenta inexorablemente unida a grandes movimientos de tierras en busca de amplias explanadas, devastando un territorio de por si paisajísticamente frágil.
La falta de debate sobre esta cuestión es especialmente llamativa, cuando “La Gipuzkoa Industrial”, con municipios como Bergara, Eibar, Soraluze, Zumarraga… atesoran magníficos ejemplos de arquitectura industrial de alta densidad, fábricas en altura, construidas en la primera mitad del siglo veinte, en pleno desarrollo económico de nuestros pueblos.
La ausencia de reflexiones en este campo ha ignorado múltiples cuestiones como son las tipologías de multiplicidad de usos “mixed use”, que planteen en la sección de los edificios la antigua zonificación urbanística bidimensional, la utilización de tecnologías logísticas avanzadas para la implantación de nuevos esquemas de desarrollo y el aprovechamiento de topografías adversas para el replanteamiento de una nueva sección edificatoria industrial; así de olvidadas como la preservación del paisaje circundante o el reciclado de edificios industriales absorbidos por el crecimiento de la ciudad.
En definitiva se requiere una reflexión global sobre el modo de gestión de la arquitectura industrial actual y las posibilidades que pueden ofrecer los edificios de usos mixtos y los edificios de alta densidad, para crear nuevas operativas, más sostenibles y equilibradas según los planteamientos actuales.
La arquitectura industrial tiene sus propias características, el propio proceso productivo al que sirve, las cadenas de montaje y la operativa de la producción, que condicionan de manera determinante el proyecto industrial; pero esta formulación ingenieril, clara y sencilla, fue inmediatamente adoptada por el movimiento moderno como ejemplo de belleza racionalista. Es precisamente este periodo donde se han realizado posiblemente los mejores ejemplos de arquitectura industrial, en las que arquitectos como Peter Behrens, Hans Poelzing, Albert Kahn o Walter Gropius supieron leer la necesidades de una nueva moderna vida industrial, para responder con acierto a la demandas del sector industrial. Probablemente es ahora momento de cuestionarse las necesidades de la sociedad actual, para poder empezar a perfilar las soluciones del futuro.