En 1998 Peter Zumthor concluyó la construcción de la pequeña capilla de Sogn Benedetg. El Edificio venía a sustituir la iglesia barroca, construida en el pueblo suizo de Sumvitg que había sido destruida por una avalancha de nieve. La iglesia original sabía del riesgo al que se exponía por lo que uno de sus contrafuertes se había especializado en forma de proa para contrarrestar la fuerza de la caída de la nieve. Un aparcamiento de nueva construcción sirvió de tobogán artificial a la nieve acumulada y todo fue inútil. La nueva capilla adopta una forma que recuerda el vértice apuntado de la original. Zumthor construye la forma a partir de una lemniskata y se vale por tanto de la función matemática para resolver la geometría de la planta y la contundente volumetría. El volumen se presenta en la ladera con un revestimiento continuo en el que la puerta aparece como un elemento añadido, tanto al exterior, como desde el interior donde dos pilares cortan el umbral de acceso anteponiendo la estática estructural al detalle particular del acceso. Pero además Peter Zumthor cuenta con un poderoso aliado para construir el edificio, el tiempo. El revestimiento de pequeñas tiras de alerce no tiene ningún tratamiento, por lo que está expuesto con crudeza al clima de las montañas suizas. La oxidación natural de la madera y el paso del tiempo han ido tiñendo de marrones oxidados y de colores plateados toda la superficie pero de manera irregular. La oxidación depende de los rayos ultravioletas, de los vientos dominantes y de la zona más expuesta a la lluvia por lo que el tiempo, lento pero imparable constructor, ha ido esculpiendo una variedad de tonos que enriquecen la superficie del edificio, en función de la orientación. Si el norte esta más expuesto al viento y la lluvia, el sur lo esta a la erosión que provoca sobre la madera el sol. Así el envejecimiento ha ido creando una pátina en la envolvente que realza la forma de la capilla, su lado curvo queda matizado por la gradación de tono que adquieren allí las tejuelas de alerce matizando cada generatriz de la curva. En el lado opuesto, sobre la arista se encuentran de forma radical las dos orientaciones opuestas dejando allí en el contraste entre las piezas más y menos deterioradas el tiempo transcurrido y poniendo de manifiesto que el tiempo es quizás el mejor de los...
Read MoreA menudo se tiende a pensar que la modernidad, que la vanguardia está enfrentada a la tradición o a lo vernacular. Este razonamiento válido para casi cualquier disciplina de la vida cotidiana se ve amplificado en el campo de la arquitectura. En los entornos rurales de nuestro paisaje puede comprobarse con claridad esta mentalidad, en aras de la cual, se han levantado edificios o neo-caseríos que imitan en cartón piedra los rasgos estilísticos de los edificios tradicionales, pero que no son más que un mero falsete de la tipología original. Por lo general su adaptación al terreno es pésima, cuando ésta es precisamente una de las claves del caserio tradicional. Las laderas de los valles se aprovechaban para dar acceso a las cargas hacia la ganbara, mientras las personas o los animales accedían por la planta baja, mientras en la actualidad la modificación radical de la topografía es el punto de arranque de cualquier proyecto de este tipo. Es digno de comentar además, como las distribuciones de estos edificios con forma y decoración de caserio presentan espacios interiores que reproducen los apartamentos urbanos de cualquier ciudad, demostrando por lo tanto, que la falta de imaginación que ya se podía intuir en sus fachadas se recrudece en su interior. Una falta de imaginación de la que nunca adoleció el modelo original, ya que este, visto desde nuestro tiempo como una joya del pasado, fue un grito de modernidad y de vanguardia en su tiempo. Ninguna familia del siglo XVII hubiese aceptado vivir en una casa obsoleta o si se prefiere, no optimizada a su modo de vida. ¿Por que entonces en la actualidad se da esta paradoja? Por algún extraño mecanismo, se tiende a confundir el respeto al paisaje, a la tradición o a nuestros pueblos, con la copia adulterada y deslavazada del original, sin pararse a pensar que desde la actualidad pueden proponerse nuevas fórmulas, nuevos modelos o tecnologías que partiendo de los valores de la arquitectura tradicional los actualicen y adapten a un nuevo mundo y a unos nuevos modelos de vida. Nadie puede negar que la belleza de multitud de los núcleos rurales que adoramos, reside en la calidad de sus arquitecturas y en como éstas fueron dispuestas en el territorio, pero tampoco se podrá negar que las lógicas que gobernaron esas decisiones distan mucho de las que en la actualidad podrían tomarse como punto de partida. La coexistencia de ambos modelos es una necesidad y una obligación, pero tanto los ciudadanos como las administraciones que regulan los marcos legales deberían apostar por la modernidad. Una modernidad entendida como aquella capaz de proponer arquitecturas que den respuesta a cuestiones de nuestro tiempo, como son el medio ambiente, la economía, la energía o los nuevos modelos de unidad convivencial y que además ponga en valor y se muestre respetuosa con las claves que determinaron la belleza de estos entornos. Un buen ejemplo de un edificio que apuesta por esta convivencia de modelos, es el recientemente inaugurado y...
Read MorePruitt-Igoe fue un gran proyecto urbanístico desarrollado entre 1954 y 1955 en la ciudad estadounidense de San Luis, Missouri. En 1950, la ciudad encargó a la empresa Leinweber, Yamasaki & Hellmuth diseñar Pruitt-Igoe, un nuevo complejo urbanístico que debía su nombre a Wendell O. Pruitt, un piloto afroamericano natural de San Luis que luchó en la Segunda Guerra Mundial, y William L. Igoe, antiguo congresista estadounidense. La ciudad planificó dos divisiones: los hogares del capitán W. O. Pruitt para los residentes negros, y los apartamentos William L. Igoe para los blancos. Anteriormente a la construcción del complejo, el terreno era conocido como el barrio De Soto-Carr, un gueto de la comunidad negra de extrema pobreza. El complejo urbanístico Pruitt-Igoe estaba compuesto de 33 edificios de once plantas cada uno situados cerca del norte de San Luis, Missouri. El proyecto fue diseñado por el arquitecto Minoru Yamasaki, quien más tarde diseñaría el World Trade Center de Nueva York. Este fue el primer gran trabajo de Yamasaki, realizado bajo la supervisión y las restricciones impuestas por la Autoridad Federal de Vivienda Pública (PHA, Public Housing Authority). La propuesta inicial consistía en una mezcla de edificios de gran altura, mediana y baja. Fue aceptado por las autoridades de San Luis, pero sobrepasaba los límites presupuestarios federales impuestos por la PHA. La agencia intervino e impuso un edificio uniforme de once plantas. La escasez de materiales provocadas por la Guerra de Corea y las tensiones en el Congreso hicieron más estrictos los controles de la PHA. En 1951, Architectural Forum alabó la propuesta original de Yamasaki y la calificó como «el mejor apartamento de gran altura» del año. La densidad total fue fijada en un nivel moderado de 50 unidades por acre, de acuerdo con los principios de planificación de Le Corbusier y el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, los edificios fueron organizados en once plantas en un intento de destinar los jardines y la planta baja para zonas comunes. Finalizado en 1955, Pruitt-Igoe contenía 33 edificios de once plantas cada uno en un área de 23 hectáreas. El complejo albergaba 2.870 apartamentos, convirtiéndose en uno de los más grandes de los Estados Unidos. Los apartamentos eran extremadamente pequeños, con reducidos accesorios de cocina. Los ascensores skip-stop sólo paraban en la primera, cuarta, séptima y décima planta, obligando a los vecinos a utilizar las escaleras en un intento de descongestionar el uso del ascensor. Las plantas bajas fueron equipadas con grandes corredores, lavanderías, salas comunes y conductos de basura. Pese a los recortes iniciales del gobierno federal, el coste final de Pruitt-Igoe se elevó a 36 millones de dólares, un 60% por encima de la media nacional en vivienda pública en ese momento. Los conservadores atribuyeron el exceso de coste a los salarios inflados de los trabajadores por la influencia de los sindicatos, y a la innecesaria instalación de un costoso sistema de calefacción; estos sobrecostes provocaron una serie de recortes arbitrarios en otras partes fundamentales de los edificios. No obstante, Pruitt-Igoe tuvo,...
Read MoreEl crecimiento normal de las ciudades a menudo se produce de forma concéntrica, desde el centro hacia la periferia. En este lento pero continuo movimiento de expansión la actividad más urbana del centro va absorbiendo la periferia de la ciudad. Va transformando sus usos característicos, como el industrial o el de infraestructuras de comunicaciones en otros más propios del centro ciudad como el terciario o el residencial. Hace escasamente dos años, antes de la aparición de la tan comentada crisis económica, la actitud de todos los planes urbanísticos pasaba por la «tabula rasa», es decir por el derribo de todos los elementos preexistentes hasta generar un espacio vacío que volver a ocupar. Esta metodología además de económicamente insostenible, ya que no intenta aprovechar ni las virtudes de las estructuras existentes, borra todo vestigio de identidad, memoria o historia que el lugar, una fábrica o cualquier otro espacio previo hallan podido acumular con el paso del tiempo. Esta actitud basada en el valor de lo nuevo por encima de cualquier otra característica puede calificarse hoy de obsoleta y agotada. Una propuesta urbanística que pone de forma rotunda en cuestión este modelo es la de los llamados «jardines de las fundición» ubicados en Nantes y considerado uno de los proyectos urbanos en construcción más grandes de Francia. El desarrollo se extiende en la longitud de una isla fluvial generada por el río Loira a su paso por el centro urbano de Nantes. Dirigido por Alexandre Chemetoff desde 1990, el proyecto consiste en la transformación de una fábrica de fundición y del distrito de almacenes fluviales levantados durante décadas a su alrededor en un barrio de viviendas de 350 hectáreas. El proyecto urbanístico desarrollado se basa en dos ideas fundamentales, sacar el máximo provecho de las estructuras existentes sin necesidad de demoler ningún edificio y en tener en cuenta la historia y la geografía del lugar, y por lo tanto su entorno social. Mantener la estructura de la fábrica que dio origen y en la que trabajaron centenares de habitantes de Nantes era además de una ventaja económica dado que sus espacios podían reaprovecharse, un reto social, en el que lo que estaba en juego era la identidad y la memoria de todas esas personas cuya vida estaba ligada a esas estructuras. El proyecto propuso mantener la estructura metálica de la fundición y aprovechar su gran cubierta para crear un jardín bajo el mismo techo de la vieja fábrica. En definitiva generar un espacio público cubierto para el uso diario que permita espacios de juego para los niños y el desarrollo de eventos sociales como cenas, exposiciones o conciertos. Con un coste mínimo de intervención como fue la limpieza y el repitando y reparación puntual de la estructura existente de la fábrica, la actividad industrial anterior se recupera, no sólo como un objeto de museo, sino también como el legado de un lugar donde muchos ciudadanos locales fueron empleados y trabajaron duro, por lo que de alguna manera la conservación de la...
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